Charles Burns vuelve a sorprendernos con un magistral delirio lisérgico inspirado en Tintín, concretamente en el álbum La estrella misteriosa, aunque no tiene nada que ver con la obra de Hergé. Doug, el protagonista, deambula en plena ruptura sentimental entre una realidad perturbadora y el delirio autodestructivo. Una historia adolescente rodeada sin escapatoria de fetos de cerdos, cuchillas de afeitar, cristales rotos, polaroids y huevos-hongos que comparten protagonismo sin tener conciencia de ello, en un torrente que arrastra a todo lector a un nuevo “Agujero”, donde el color y Hergé son la mayor novedad. Así, la atmósfera negra y oscura es ahora más colorista y luminosa, aunque con efectos exactamente iguales. Hablar del argumento es casi imposible; Tenemos a Doug, un adolescente que entra en un juego onírico, mezclando su realidad, problemas con las drogas y el comienzo de una relación sentimental de tintes destructivos, con un mundo paralelo del que apenas llegamos a conocer nada. Al hilo de la historia, se entremezclan miedos subconscientes con reales, experiencias reales y ficticias de forma que el lector queda a merced del creador, quien va dando luz decidiendo qué es importante y qué partes el lector no debe conocer todavía.
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